Monday, August 20, 2007

Silencios : primera propuesta partida del texto chejoviano.


El repetidamente utilizado término “gritos del silencio” tiene una fuente teatral y esa está en los textos dramáticos de Chejov. Con cada lectura de cualquiera de sus 4 grandes obras (1) se descubren aquellos “Silencios” claramente marcados con el texto, en acotaciones, en puntos supensivos. Los Silencios para Chejov no eran pausas de respiro entre grandes tiradas de textos, era momentos de expresión viva del personaje.

El Silencio, González Caballero nos insistía, no era una “pausa” sin energía sino que al contrario, era un momento donde había la oportunidad de hacer patente toda la carga energética del personaje. La conciencia de esos silencios propuestos en el texto chejoviano se daba con la práctica y en personaje.

González Caballero no nos hacía leer y decubrir el Silencio en el texto; él pedía que exploráramos con ejercicios prácticos, actuando con el personaje. Nos pedía pasáramos la escena (aquella escena naturalista aprendida de antemano), y él interrumpía donde había un silencio marcado, entonces trabajábamos el Silencio, lo trabajaba el personaje. Se escuchaban las palabras del guía, hablaba sobre el personaje, hablaba al personaje, sobre la situación que se vivía, después se dirigía a nosotros actores sobre dejar al personaje la libertad de reaccionar; si en algún momento alguien se dedicaba a “llenar” el Silencio con acciones, lo detenía y le pedía que retomara su personaje, que no se dedicara a “llenar la escena” con lo que él creía debía ser, sino que dejar al personaje, que podría no moverse incluso, pero no dejar de estar vivo, no dejar de fluir su energía (energía del elemento, de las zonas, de las atmósferas). Los gritos del silencio era la vida misma del personaje.

No había explicación, se trabajaba el Silencio, se “hacía”.

Una vez explorado, sin presión de tiempo, ese particular Silencio, la escena continuaba; había tantas detenciones para explorar los Silencios, como González Caballero consideraba que existían. Al llegar al final no se “sacaba” el personaje, se pedía repetir toda la escena ahora, sin interrupciones, pero con la conciencia de la existencia de esos Silencios explorados.

Aquellos “Silencios”, en un montaje de la obra misma, podrían además ser ‘trabajados” por el director, dándoles movimientos definidos, manejo de imágenes, etc., pero en este momento del método eso es otro asunto; aquí no hay montaje, hay exploración de una propuesta al actor por parte del dramaturgo. En la pedagogía del método, no forma parte de la exploración del actor “el montaje” de la obra que se trabaja.

En la exploración los Silencios pueden ser excesivamente largos; eso no importaba a González Caballero, pues lo importante para él, decía, era el “sentir” ese momento sin palabras, ese momento posiblemente sin movimiento, pero completamente “vivo”.



(1) La Gaviota, Tres Hermanas, Tio Vania, y El Jardín de los cerezos. González Caballero hacía patente la diferencia entre éstas 4 obras y las otras piezas de Chejov que él no consideraba "naturalistas".




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