La lucha que se evidencia desde finales del siglo XIX entre el realismo y el supernaturalismo en muchos ámbitos del arte pero en especial dentro del teatro tiene un paralelo evidente, estoy convencido de ello, en la lucha entre sus dos mayores exponentes dentro del teatro moderno, Henrik Ibsen y August Strindberg; sus corrientes son un encuentro entre lo consciente y lo inconsciente, entre la idea de la personalidad y la del yo interior o inconsciente.
Sin embargo la relación personal Ibsen-Strindberg es un tanto desconocida por aquellos lectores de uno u otro autor, y es a su vez un curioso apartado en la historia del teatro y del arte en general. Dos genios que nunca se conocieron en persona pero que tenían una íntima y dramática relación entre ellos. Dos visiones opuestas del teatro, de la literatura y del mundo en que vivían, y que sólo tuvieron un punto en común durante el intento de imitación de la obra de Ibsen que Strindberg mantuvo durante los primeros años de su carrera como escritor.
Strindberg vivió una verdadero obsesión por la obra y la persona de Ibsen, pasó de ser primero un emulador y admirador del escritor noruego a después convertirse en uno de sus más acérrimos críticos. Sus ataques eran directos, continuos e iban desde análisis profundos del trabajo ibseniano hasta simples y llanas ofensas a su actuar social.
Ibsen nunca comprendió aquellos ataques o nunca quiso mantener una pelea abierta (ni cerrada) con Strindberg; su posición en la sociedad intelectual de Europa de cualquier manera era bastante más alta y en el camino de las comparaciones de la época él salía indudablemente ganando, no tenía porqué escribir una sola palabra en contra de la obra o de la persona de Strindberg.
Sin embargo esa indiferencia ante los ataques del escritor sueco no significó en absoluto que Ibsen no se detuviera a contemplar al gran hombre y artista que Strindberg era.
Cuando Henrik Ibsen se encontraba, el 13 de abril de 1898, en Estocolmo celebrando su cumpleaños número 70, (sí, no era su país natal pero el gobierno de Suecia le ofreció homenajes en su honor), un periodista sueco le preguntó su opinión sobre Strindberg. Ibsen describió al autor sueco, 27 años más jóven que él, como -“Un gran talento”- y continuó, -“no lo conozco personalmente –nuestros caminos nunca se han cruzado- pero he leído su trabajo con gran interés. Nada menos, su última obra, Inferno, me ha dejado una muy fuerte impresión.” (2)
La impresión que Strindberg ejercía en Ibsen era tal que mantenía, desde años atrás de esa declaración, dentro de su propio estudio en Oslo, una pintura con el retrato del artista sueco. No lo conocía personalmente pero había quedado prendido a su imagen, a su personalidad y a la fuerza de su trabajo literario.
En 1893 mientras vivía en Berlín, August Strindberg posó varias veces para el pintor noruego Christian Krogh quien realizó siete retratos de él; uno de esos cuadros fue adquirido por Henrik Ibsen, según cuenta él mismo “por la relativamente hablando ridícula suma de 500 coronas”. El estudio de Ibsen (y su apartamento completo) se conserva en el Ibsenmuseet (Museo Ibsen) en Oslo (3), pero ya no contiene la pintura de Krogh que ahora cuelga en el Museo de Arte Popular de Noruega.
Ibsen veía en Strindberg una poderosa figura casi de orden mitológico; el retrato pintado por Krogh no solamente estaba colgado en su estudio sino que tenía un lugar preponderante dentro del mismo, exactamente frente a su lugar de trabajo. Decía que le gustaba mirarlo mientras escribía, y que le parecía que el hombre del retrato lo miraba directamente como “un demente dirigiéndose a él con sus enloquecidos ojos”. Gustaba especialmente de observar esos “demoniacos ojos”, y en algún momento de su vida remarcó “El es mi enemigo mortal; él debe colgar ahí y observar todo lo que escribo”. (4)
Las citas de la boca de Ibsen son fuertes y claras, esa fuerte impresión no se puede ocultar.
La personalidad de Ibsen, reservado como era y profundamente correcto (aún en sus más sonados escándalos) dió muy poco para reconocer en él sus grandes miedos, obsesiones y pasiones personales, pero indudablemente libró una lucha con aquellas fuerzas que August Strindberg y su obra representaban; el cuadro colgado en su estudio es un prueba de la presencia de lo “otro’ en su vida creativa, de su lucha y por su puesto de su admiración.
El director teatral August Lindberg, amigo de Strindberg, cuenta cómo visitando el estudio de Ibsen éste le preguntó sobre si el retrato que colgaba en su pared se asemejaba al Strindberg real, entonces y sin esperar respuesta, Ibsen se le acercó y en un casi susurro, intentando tal vez no ser escuchado, aseveró “¡Un hombre remarcable!”.
(1) En un curioso e interesante ensayo Barbara Lide de la Universidad Tecnológica de Michigan expone la relación “admiración-odio-temor” de dos de los más grandes escritores y dramaturgos del teatro moderno, extraña relación que posee todos las características de las corrientes a las que cada uno de ellos pertenece en el campo del Teatro.
(2) La mayoría de las citas las he extraído tanto del libro “Henrik Ibsen and the Birth of Modernism” de Toril Moi (Oxford University Press. London, UK 2006) como del artículo “Strindberg’s Ibsen: Admired, emulated, scorned, and parodied” del Barbara Lide (Michigan Technologial University, que a su vez se basan en la básica biografía de August Strindberg realizada por Meyer.
Estudio de Ibsen. Ibsenmuseet, Oslo.
(4) Una de las frases de Ibsen (traducidas al inglés) que se conservan en su aprecuiación del cuadro es "Insanity Emergent".
Sin embargo la relación personal Ibsen-Strindberg es un tanto desconocida por aquellos lectores de uno u otro autor, y es a su vez un curioso apartado en la historia del teatro y del arte en general. Dos genios que nunca se conocieron en persona pero que tenían una íntima y dramática relación entre ellos. Dos visiones opuestas del teatro, de la literatura y del mundo en que vivían, y que sólo tuvieron un punto en común durante el intento de imitación de la obra de Ibsen que Strindberg mantuvo durante los primeros años de su carrera como escritor.
Strindberg vivió una verdadero obsesión por la obra y la persona de Ibsen, pasó de ser primero un emulador y admirador del escritor noruego a después convertirse en uno de sus más acérrimos críticos. Sus ataques eran directos, continuos e iban desde análisis profundos del trabajo ibseniano hasta simples y llanas ofensas a su actuar social.
Ibsen nunca comprendió aquellos ataques o nunca quiso mantener una pelea abierta (ni cerrada) con Strindberg; su posición en la sociedad intelectual de Europa de cualquier manera era bastante más alta y en el camino de las comparaciones de la época él salía indudablemente ganando, no tenía porqué escribir una sola palabra en contra de la obra o de la persona de Strindberg.
Sin embargo esa indiferencia ante los ataques del escritor sueco no significó en absoluto que Ibsen no se detuviera a contemplar al gran hombre y artista que Strindberg era.
Cuando Henrik Ibsen se encontraba, el 13 de abril de 1898, en Estocolmo celebrando su cumpleaños número 70, (sí, no era su país natal pero el gobierno de Suecia le ofreció homenajes en su honor), un periodista sueco le preguntó su opinión sobre Strindberg. Ibsen describió al autor sueco, 27 años más jóven que él, como -“Un gran talento”- y continuó, -“no lo conozco personalmente –nuestros caminos nunca se han cruzado- pero he leído su trabajo con gran interés. Nada menos, su última obra, Inferno, me ha dejado una muy fuerte impresión.” (2)
La impresión que Strindberg ejercía en Ibsen era tal que mantenía, desde años atrás de esa declaración, dentro de su propio estudio en Oslo, una pintura con el retrato del artista sueco. No lo conocía personalmente pero había quedado prendido a su imagen, a su personalidad y a la fuerza de su trabajo literario.
En 1893 mientras vivía en Berlín, August Strindberg posó varias veces para el pintor noruego Christian Krogh quien realizó siete retratos de él; uno de esos cuadros fue adquirido por Henrik Ibsen, según cuenta él mismo “por la relativamente hablando ridícula suma de 500 coronas”. El estudio de Ibsen (y su apartamento completo) se conserva en el Ibsenmuseet (Museo Ibsen) en Oslo (3), pero ya no contiene la pintura de Krogh que ahora cuelga en el Museo de Arte Popular de Noruega.
Ibsen veía en Strindberg una poderosa figura casi de orden mitológico; el retrato pintado por Krogh no solamente estaba colgado en su estudio sino que tenía un lugar preponderante dentro del mismo, exactamente frente a su lugar de trabajo. Decía que le gustaba mirarlo mientras escribía, y que le parecía que el hombre del retrato lo miraba directamente como “un demente dirigiéndose a él con sus enloquecidos ojos”. Gustaba especialmente de observar esos “demoniacos ojos”, y en algún momento de su vida remarcó “El es mi enemigo mortal; él debe colgar ahí y observar todo lo que escribo”. (4)
Las citas de la boca de Ibsen son fuertes y claras, esa fuerte impresión no se puede ocultar.
La personalidad de Ibsen, reservado como era y profundamente correcto (aún en sus más sonados escándalos) dió muy poco para reconocer en él sus grandes miedos, obsesiones y pasiones personales, pero indudablemente libró una lucha con aquellas fuerzas que August Strindberg y su obra representaban; el cuadro colgado en su estudio es un prueba de la presencia de lo “otro’ en su vida creativa, de su lucha y por su puesto de su admiración.
El director teatral August Lindberg, amigo de Strindberg, cuenta cómo visitando el estudio de Ibsen éste le preguntó sobre si el retrato que colgaba en su pared se asemejaba al Strindberg real, entonces y sin esperar respuesta, Ibsen se le acercó y en un casi susurro, intentando tal vez no ser escuchado, aseveró “¡Un hombre remarcable!”.
(1) En un curioso e interesante ensayo Barbara Lide de la Universidad Tecnológica de Michigan expone la relación “admiración-odio-temor” de dos de los más grandes escritores y dramaturgos del teatro moderno, extraña relación que posee todos las características de las corrientes a las que cada uno de ellos pertenece en el campo del Teatro.
(2) La mayoría de las citas las he extraído tanto del libro “Henrik Ibsen and the Birth of Modernism” de Toril Moi (Oxford University Press. London, UK 2006) como del artículo “Strindberg’s Ibsen: Admired, emulated, scorned, and parodied” del Barbara Lide (Michigan Technologial University, que a su vez se basan en la básica biografía de August Strindberg realizada por Meyer.
(3) La presencia del retrato de Strindberg pintado por Krogh en el estudio de Ibsen es reconocida a través de citas directas del mismo autor noruego, así como de amigos y conocidos de él. La información la tomé tanto del libro de Toril Moi como del ensayo de Barbara Lide.
Estudio de Ibsen. Ibsenmuseet, Oslo.
(4) Una de las frases de Ibsen (traducidas al inglés) que se conservan en su aprecuiación del cuadro es "Insanity Emergent".
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